Cuando Luis Bonaventura me pidió que le escribiera una
introducción para un Blog dudé porque me pedía una observación objetiva sobre
algo subjetivo, y es que teniendo en cuenta que este blog aún no era más que un proyecto, no acababa de tener claro que tuviese capacidad para esto.
Para empezar yo no sabía exactamente qué era lo que él quería plasmar, y de hecho cuando le pedí a Luis que me explicara con detenimiento cual era su intención, lo vi dudar, y es porque creo que
él tampoco lo sabía con certeza. Yo creo que se dirigió a mí para elaborar este prólogo, basicamente por dos razones, la primera era la buena amistad que manteníamos los dos, lo que nos había llevado a establecer una conexión profunda, y la segunda era que al mantener yo cierta distancia con su idea podía opinar sobre ella de una manera más neutral.
Aunque se me pedía una opinión que debía ir por delante de las entradas en el Blog, y esto era como lanzarse a un pozo en el que no se ve el fondo.
Como en la religión, Luis me pedía que tuviera fe en él, pero todos sabemos que una cosa son las buenas intenciones, y otra es el resultado. -sic-
Para ir dando palos de ciego, y al final equivocarme, preferí basarme en lo que conocía de la vida y la obra de Luis, y de sus influencias.
Para ir dando palos de ciego, y al final equivocarme, preferí basarme en lo que conocía de la vida y la obra de Luis, y de sus influencias.
La primera referencia a su persona me llegó hace ya unos años,
cuando iba buscando material para mi trabajo de posgrado. Yo buscaba algo
acerca de la creatividad, y en la revista literaria “Renglones torcidos”,
aparecía un artículo titulado " Las cuatro caras del destino" en
donde había una introducción a este tema. Me pareció que me podía prestar atención a un punto de vista diferente, que era el de un tal Luis
Bonaventura, y que se basaba en establecer una conexión entre la creatividad y
la meditación, y el ritmo del universo.
Además de esto, sobre Luis Bonaventura, puedo añadir que es un
admirador y seguidor de las artes y del proceso por el que se accede a ellas en
general, participando en este asunto como seguidor de las teorías del director
de cine David Lynch con el que comparte su especial punto de vista acerca del
genio. Bonaventura además opina que un artista, a semejanza de sus
homólogos renacentistas, no debe comulgar con una sola disciplina, y por eso entiende que cualquiera que pretenda crear, tiene ante sí infinidad de
opciones, todas igual de válidas. Para él decantarse sólo
por una motivación artística, limita a la persona y a sus posibilidades, porque según él todas las artes
estan unidas por un hilo invisible, que cuando tiras nunca sabes que es
lo que va a aparecer.
Ese fue el primer contacto con el Bonaventura ensayista y aunque
su texto me causó una cierta impresión, al no conseguir otra referencia terminé por olvidarlo. Más tarde volví a cruzarme con su pluma, en una
recopilación de textos realizada por el famoso crítico Faustino Latorre, y que
por curiosidad encontré cuando buscaba ponerme al día de los nuevos escritores
surgidos en las provincias del Levante, conocidos como el circulo de La Parra (porque solían reunirse bajo la parra, en la casona que uno de ellos disponía las afueras de Peñalcón), escritores que comenzaron a sonar con fuerza tras su repentino
éxito en el mercado italiano. Fue este un grupo al que la crítica creó de
una manera artificial, porque entre ellos compartían una corriente literaria
que se puso de moda por aquel entonces, y dado que la mayoría procedían de
Valencia o alrededores, acordarían intercambiar impresiónes, para lo que
comenzaron a reunirse en el café Slavia en la calle Fuentealegría.
Volviendo sobre el ensayo de Latorre, este lo describía
como: “... escritor menos conocido del Famoso círculo de La Parra, y que sin embargo es el que más aporta a este movimiento, por medio de sus ensayos artísticos, dedicados a los lugares donde se esconde la inspiración...”.
En los años ochenta, de los artistas que frecuentaban el café
Slavia, sin duda un Jacinto Cháfer o un Alejandro Llopis, se
llevaron toda la gloria de aquel grupo que frecuentaba y dominaba esa
literatura psicoanalítica, en la que tantos se ven reflejados, y que a la
postre devino en éxito al principio de la década de los 80 del siglo XX, y que
atrajo a numerosos imitadores.
Bonaventura siguiendo la estela de Hermann Hesse veinte años
antes, fue otro de esa legión de jóvenes revolucionarios, que encumbraron al
escritor alemán porque transcribía y personificaba sus expectativas en la vida.
En su momento la juventud descubrió en Hesse, en sus libros, y en particular en la
novela "El lobo estepario", una actitud rebelde y un espíritu
contestatario, pero a la vez una fe romántica empeñada en construir una nueva
filosofía derivada de su rebelión personal.
En parte por esto, Hesse se convirtió en uno de los autores
favoritos de Bonaventura, que se sirvió de la concepción de la literatura
del escritor germano, para catapultar su propio estilo.
Luis Al igual que Hermann Hesse, Bonaventura siempre ha buscado una
reconciliación de la ciencia y el arte, y ha defendido el entendimiento
entre los pueblos, y como ellos ha buscado dejar atrás la orientación
predominantemente racionalista de la cultura occidental.
Así pues, el estilo general de Bonaventura el que atraviesa
toda su obra, se caracteriza por el profundo desasosiego espiritual de sus
personajes a veces marcadamente autobiográficos, y dentro de cada uno de los
cuales se escucha el combate de fuerzas y contradicciones, la lucha entre los
distintas identidades que afloran y que pugnan por sobreponerse y someter a los
demás.
Como en Hesse, la mayoría de los protagonistas solitarios de
Luis, proclaman que la sabiduría no es comunicable, y que cada
persona debe ganarla a costa de sus propias frustraciones y victorias, hasta
llegar a encontrar la sabiduría que se halla dentro de uno mismo. Piensa
que cada uno debe buscar su propio camino, siendo esta una imagen real de la
eterna lucha entre la sociedad uniformadora de la libertad e identidad
individuales, de las cuales Bonaventura es un ferviente defensor.
Y esto se transforma en un Romanticismo
y realismo, que se manifiestan en un FLUJO DE CONCIENCIA, que se abre en busca
de su yo más profundo.
Hay que apuntar que Luis Bonaventura hasta que comenzó a cuajar como escritor y también luego de manera intermitente, una grandísima influencia en su doctrina vital, fueron los años que vivió por todo el mundo y sus viajes y las actividades que desempeñó para vivir en los lugares más recónditos.
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